domingo, 4 de noviembre de 2007

Realidad

-Entonces, ¿puedo crear el mañana de mañana?

Evidentemente no hay duda nueva en su respecto, pero siempre hay un pero y otro y otro. Una tarea fácil puede resutar suficiente como ejemplo: el desayuno. 

-¿cómo procederé al despertar, qué haré; caminaré, volveré o simplemente viviré?.

La precursora cosa que seduce mi pantalla es solo un gesto reiterativo de teclas y más teclas. Sigo siendo personaje primero de esta vida como si el recuerdo infante de saberme vivo me acostumbrara al hecho de hacerlo nuevamente cada día; sin saber o ser estar conciente de que soy, de que vivo y respiro y sueño y vuelo y volveré a morir otra vez para saberme oportuno ante lo desconocido. 

-La muerte es el único estado de vigilia que no puedo poner a prueba. 

En algún momento presente como el que vivo a diario eternamente, del cual no puedo saber más que lo que siento, creo y veo; dejaré de pensar y ser para entregarme sumamente al vuelco oculto de la mente. (Valga la redundancia). 

-Valga mi sensación carnal de amar, mi estado inoportuno de miedo, la audacia, la improvisada rima de los sábados a la tarde, la tormenta entera de una lluvia pasajera y cada cara rara que recuerdo haber vivido en otra vida. 

No pienso en la reencarnación. Respeto el tema por desconocida muerte en vida, solo eso puede sentarme de cabeza y permitirme un nuevo desayuno. En fin, el fin es el fin mismo, no?

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